Se denomina migración a todo desplazamiento de la población (humana o animal)
que se produce desde un lugar de origen a otro destino y lleva consigo
un cambio de la residencia habitual en el caso de las personas o del hábitat
en el caso de las especies animales migratorias. De acuerdo con lo
anterior existirán dos tipos de migraciones: migraciones humanas y
animales. Las migraciones de seres humanos se estudian tanto por la Demografía como por la Geografía de la población. Y las de especies animales se estudian en el campo de la Biología (Zoología), de la Biogeografía y en el de la Ecología. Los artículos que se pueden consultar al respecto son:
- Migración humana, que presenta dos enfoques: el de la emigración, desde el punto de vista del lugar o país de donde sale la población; y el de la inmigración, desde el punto de vista del lugar o país a donde llegan los "migrantes".
- Migración animal, desplazamientos periódicos, estacionales o permanentes, de especies animales, de un hábitat a otro.
También existe el término
migración
en el mundo de la informática, siendo en este caso el proceso
consistente en hacer que los datos y las aplicaciones existentes
funcionen en una computadora, software o sistema operativo distinto. En
la actualidad este término se ha utilizado mucho, debido al auge del software libre y al hecho de que instituciones públicas a nivel mundial han realizado procesos de migración exitosos.
Historia de la migración
La historia de la humanidad ha sido la historia de grandes
migraciones, por las cuales el ser humano se fue desplazando desde sus
lugares de origen en África hasta poblar prácticamente todo el planeta.
Este proceso de migración constante era la condición natural de vida de
las sociedades tribales originarias. La migración desde África hacia
Asia y luego el resto del mundo se inició hace unos 70.000 años y bien
podemos decir que aún está en marcha.
Al hablar de migración es por ello conveniente recordar los periodos
históricos que precedieron al actual. Sólo desde el contexto histórico y
considerando las variables económicas y sociales, podremos comprender
los motivos por los que emigran, personas procedentes de todos los
continentes y que llegan a los países de destino con la expectativa de
permanecer por un tiempo o, tal vez, de construir una vida en ellos.
La historia
de la humanidad hace referencia a los grandes movimientos culturales,
económicos, geográficos y políticos que dieron origen a desplazamientos
en masa de la población, tanto espontáneos como forzados.
- En la prehistoria se inició la expansión de la humanidad, alcanzando todas las regiones habitables.
- En la antigüedad, Grecia, Cartago y Roma
organizaban flujos emigratorios como método para establecer las
colonias necesarias para expandir el comercio de la metrópoli, el cual
constituía su principal medio de subsistencia.
- La Edad Media duró un milenio en Europa y fue testigo de tres procesos migratorios masivos: las invasiones bárbaras, la expansión del Islam y la formación del Imperio bizantino, el cual vino a ser sustituido, ya en la Edad Moderna, por el Imperio turco (u otomano).
- A partir del descubrimiento de América, millones de personas emigraron a los nuevos territorios. Los Estados Unidos del Norte son el mejor ejemplo de un territorio poblado por sucesivas olas de inmigración.
En el siglo XIX, como resultado de la Revolución Industrial
ya iniciada en el siglo anterior en Europa, se inició una época de
extraordinario crecimiento del colonialismo con el fin de obtener, por
parte de los países europeos en proceso de industrialización las
materias primas que necesitaban para esa industrialización
Teorías migratorias
Tipos de teorías
Las migraciones han sido analizadas desde el punto de vista de
distintas disciplinas académicas, existiendo hoy un conjunto de teorías
altamente especializadas sobre las mismas. Lamentablemente, esta
especialización no siempre ha ido en provecho del diálogo
interdisciplinario y una visión más holístisca del proceso migratorio.
En particular, los enfoques económicos, con su aplicación de modelos
fuertemente sofisticados y formalizados matemáticamente, han tendido a
crear un campo de estudios prácticamente separado del resto de las otras
disciplinas.
A pesar de esta diversificación y especialización se pueden
establecer ciertos parámetros para agrupar los distintos enfoques en
uso. Una forma simple de clasificar estos enfoques es atendiendo al
énfasis que se pone en distintos aspectos de los fenómenos migratorios.
Así, por ejemplo, hay enfoques que acentúan los así llamados “factores
de expulsión” (push factors en la terminología académica) que
empujan a los migrantes a dejar sus respectivas regiones o países
(guerras, dificultades económicas, persecuciones religiosas, desastres
medioambientales, etc.). Por otra parte, están los enfoques que acentúan
los “factores de atracción” (pull factors) que llaman a los
migrantes hacia determinadas regiones o países (mejores salarios,
democracia, paz, acceso a la tierra y condiciones favorables de vida en
general).
Otra forma de agrupar los diversos enfoques, que aquí se seguirá, es
prestando atención al nivel del análisis ofrecido. Así por ejemplo,
tenemos análisis que enfocan prioritariamente los aspectos agregados o
estructurales (niveles comparativos de desarrollo, estándares de vida,
condiciones demográficas, grandes cambios socioculturales, las
tecnologías de la comunicación y el transporte, etc.) y que por ello
pueden ser llamadas explicaciones o enfoque “macro”.
Estas fueron las primeras teorías sobre el fenómeno migratorio y su
fuerza explicativa es notable a un nivel general. Sin embargo, la
decisión de migrar ni involucra a todos los que se ven afectados por los
mismos factores macro ni se puede deducir de manera axiomática de
ciertas disparidades estructurales. Por ello que otros enfoques han
tratado de entender la decisión misma de migrar a un nivel individual o
del entorno humano que directamente la influencia. Estamos por ello
frente a enfoques que pueden ser llamados “micro”
u orientados a entender el por qué de la decisión particular de migrar.
Sin embargo, durante las últimas décadas se ha venido poniendo mayor
interés en el nivel intermedio, o mediador entre las condiciones
estructurales y las decisiones individuales, que por ello podemos llamar
perspectiva “meso”. Se trata de entender fundamentalmente las redes
sociales y las organizaciones e instituciones concretas que posibilitan
la migración. Las redes o cadenas migratorias han sido, en especial, un
foco de gran interés dentro de esta perspectiva meso. También las organizaciones de carácter criminal han sido estudiadas a este nivel.
A continuación se darán ejemplos de estos tres tipos de enfoques,
macro, micro y meso, tratando de esta manera de entender los aportes que
cada uno de ellos hace, a su manera, a la comprensión de las
migraciones.
Enfoque migratorios a nivel macro
Enfoque demográfico
El enfoque demográfico es característico de este nivel de
análisis, poniendo el acento sobre las disparidades en cuanto al
desarrollo poblacional entre diversas regiones y países. Esta es, sin
duda, la base de todo análisis serio de los fenómenos migratorios que
alcanza una importancia cuantitativa ya que nos da una visión general
sobre la existencia de un potencial o de una demanda migratoria. Esto se
relaciona, en general, con la fase en que diversas zonas del mundo se
encuentran en la así llamada “transición demográfica”, es decir, en los cambios en la relación entre la tasa de natalidad y de mortalidad
que explican la gran expansión demográfica de los últimos dos siglos.
En este sentido, las sociedades europeas han entrado en una fase pos
transición demográfica, en que esta tiende incluso a revertirse en el
sentido de que la tasa de mortalidad supera a la de natalidad, generando
por ello un decrecimiento poblacional. El contraste más palpable con
esta situación la encontramos en el continente africano, donde el
diferencial entre natalidad y mortalidad es, a pesar de las altas tasas
de mortalidad, muy grande, dando origen a un extraordinario incremento
poblacional. Así por ejemplo, entre 2010 y 2050 la Comisión de Naciones Unidas
para la Población pronostica una caída en la población en edad activa
(15 a 64 años) europea de un 20% (de 500 a 398 millones) mientras que la
africana más que se duplicaría (de 581 a 1.310 millones).
Estas diferencias tan evidentes le dan de por sí una posición mucho más
competitiva en su mercado de trabajo a la población en edad activa que
se encuentra en Europa respecto de aquella que se encuentra en África.
Esto debe, por supuesto, combinarse con la disposición de recursos
naturales y el nivel de desarrollo alcanzado para poder calibrar con
mayor exactitud el significado de las disparidades demográficas
existentes.
Enfoque sociológico
Un enfoque sociológico a nivel macro es aquel que acostumbra llamarse “paradigma de la modernización”,
que asocia las migraciones con procesos de cambio socioculturales que
predisponen a aumentar la movilidad humana. Se pasaría así de una
situación de mayor sedentariedad y fuerte adscripción al entorno local,
propia de una “sociedad tradicional”,
a una situación de alta movilidad y adscripciones difusas a distintos
niveles, propia de una “sociedad moderna”. Estos cambios potenciarían
primero las migraciones internas y, en particular, el proceso de
urbanización, para luego pasar a una fase de migraciones de más largo
alcance incluyendo las internacionales.
Enfoque económico
A nivel económico, la economía ortodoxa o “economía neoclásica” ha acentuado las diversas dotaciones de factores productivos
(recursos naturales, trabajo, capital, etc.) en diversas áreas y
países, lo que da una retribución económica diferente al uso de esos
factores. En el caso de las migraciones la abundancia de fuerza de trabajo en
relación a otros factores productivos potenciaría la emigración debido a
los bajos salarios de un trabajo superabundante. Por su parte, regiones
con, por ejemplo, mucho capital o tierra en relación a la población
activa disponible tenderían a generar unos ingresos más altos al trabajo
y ser, por ello, atractivos como lugares de inmigración. Este sería el
caso típico de Estados Unidos en el siglo XIX, con mucha tierra
accesible y poca población, respecto de una Europa con poca tierra en
relación a su población. Lo mismo ocurriría hoy entre las regiones más
desarrolladas con mucho capital y relativamente pocos trabajadores
respecto de muchas áreas menos desarrolladas que muestran la situación
inversa. En buenas cuentas, los flujos migratorios, así como otros
flujos económicos, tenderían a crear una situación de mayor equilibrio
en la dotación y remuneración de los factores productivos a nivel
global. Este equilibrio implicaría un mejor uso de los mismos, generando
grandes ventajas globales y abriendo oportunidades sustanciales de
mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los migrantes en
relación a su situación en el país de origen, si bien las mismas pueden
parecer desventajosas en comparación con las condiciones imperantes
entre los trabajadores y las población de los países de acogida. Esta
perspectiva macroeconómica enfatiza también las trabas a la inmigración
provenientes de las organizaciones de los trabajadores de los países más
desarrollados que verían debilitado su poder de negociación y por ende
sus ascensos salariales al aumentar la cantidad de mano de obra ofertada
en su mercado de trabajo. Este es un típico ejemplo de lo que se conoce
como conflicto entre los “insiders” (grupos que están ya adentro) y los
“outsiders” (nuevos grupos que presionan por entrar en un mercado de
trabajo más favorable).
Desde un punto de vista dinámico la economía ortodoxa ha elaborado una serie de teorías acerca de las relaciones entre migración, pobreza y desarrollo.
Se parte de una relación inversa entre pobreza y migraciones de mediano
y, en especial, migraciones internacionales de largo alcance. Este tipo
de migraciones son, habitualmente, muy costosas en relación a los
recursos disponibles por los sectores más pobres de la población
mundial. Esto es lo que se conoce como “trampa de la pobreza” que
dificulta o impide que aquellos que más tendrían que ganar migrando no
puedan afrontar la inversión que ello supone. Los que normalmente migran
no son, según esta perspectiva, los más pobres sino sectores medios o
relativamente privilegiados de sociedad en desarrollo. Es por ello que
se habla de una “autoselección” social y educacionalmente positiva de
los emigrantes respecto del total de la población del país de origen.
Esto mismo explica el hecho de que la emigración tienda a crecer,
contrariamente a lo que habitualmente se cree, cuando se inicia un
proceso exitoso de desarrollo ya que el mismo abre posibilidades para
que más y más personas puedan invertir en la migración hacia países
donde su “capital humano” sería aún más rentable. Esta emigración viene a su vez a potenciar, por medio de las remesas,
el desarrollo del país de origen, generándose así un “círculo virtuoso”
entre desarrollo, emigración y más desarrollo. Cuando el nivel de
desarrollo del país de emigración lo acerca al del país de inmigración
el flujo tiende a ralentizarse para luego detenerse y, finalmente,
invertirse, formando aquello que se ha llamado la “U invertida”. Un
ejemplo palpable de este proceso es la emigración española
hacia el norte de Europa, que fue fuertemente potenciada por el
desarrollo económico español de los años 1960 para luego, en los 70,
detenerse e invertirse cuando España alcanzó niveles de bienestar que si
bien aún eran inferiores a los del norte europeo no compensaban ya los
costes de todo tipo que impone la emigración.
El enfoque económico antagónico al recién expuesto lo proponen diversas escuelas de pensamiento neomarxistas,
que acentúan la polarización internacional que vendría a empobrecer
crecientemente las así llamadas “periferias” del sistema capitalista
mundial, forzando a sus poblaciones a emigrar para subsistir creando de
esta manera una especie de “Tercer” o “Cuarto Mundo” migrante que se
ofrece por bajos salarios y aceptando condiciones de “sobreexplotación”
en los mercados de trabajo del mundo desarrollado. Estas perspectivas
tienen su origen en la Escuela o Teoría de la Dependencia, popularizada por autores como André Gunder Frank ya en los años 1960, y en la así llamada teoría del sistema-mundo asociada al nombre de Immanuel Wallerstein.
De acuerdo a este enfoque estaríamos frente a un círculo vicioso de
explotación, empobrecimiento, emigración y mayor empobrecimiento. Esta
perspectiva general ha sido complementada por las teorías del “mercado
dual” o “segmentado” de trabajo, asociadas a los nombres de Michael
Piore, Stephen Castles y Godula Kosak. Para estos autores existen dos
tipos de mercados laborales y, de hecho, dos tipos de clases
trabajadoras en los países desarrollados: una compuesta fundamentalmente
por los autóctonos, que comparten condiciones regulares y aceptables de
trabajo, y otra formada por los inmigrantes, en particular aquellos en
diversas situaciones de irregularidad, que carecen de condiciones
seguras y dignas de trabajo.
Enfoques migratorios a nivel micro
Los enfoques micro surgen de la necesidad de explicar las decisiones
reales de los sujetos de las migraciones, es decir, de los migrantes
mismos. El punto de partida de estas reflexiones es que realmente existe
una decisión migratoria y que no se trata de un hecho meramente
forzoso, como sería el tráfico de esclavos o las deportaciones masivas
de población. Estas situaciones extremas excluyen por cierto toda
decisión del individuo migrante que, de hecho, no es sujeto de la acción
de migrar sino víctima u objeto de la decisión de otros. Sin embargo,
en la gran mayoría de los casos existe un momento de voluntariedad y
decisión que debe ser explicado, aún bajo condiciones muy penosas. De
hecho no todos, ni siquiera la mayoría de una población sometida a
persecuciones políticas intensas o a condiciones económicas
desventajosas dejan sus países de origen. Lo hacen algunos y no otros
que optan, por más dura que sea esa opción, por quedarse y resistir a
las condiciones adversas. Esto hace relevante la pregunta por la
decisión de migrar en circunstancias muy variadas.
La teoría económica ortodoxa enfoca este tema como si el
emigrante fuese un inversor cualquiera, que hace una evaluación de
costos y beneficios y elige, de acuerdo a ese cálculo y buscando
maximizar sus beneficios, si emigrar o no. Se trata de un cálculo
difícil de evaluar en términos exactos ya que implica una serie de
incertidumbres y de costos que escasamente se dejan sopesar (dejar a la
familia, a los conocidos y a lo conocido, etc.). La decisión “racional”
puede, además, ser perfectamente “irracional” en el sentido de que el
cálculo puede basarse en informaciones erradas. Todo esto no obsta para
considerar al migrante como un “homo oeconomicus”
de texto ya que estos fallos de información se pueden dar en el caso de
cualquier consumidor o inversor. Según esta aproximación, uno de los
factores decisivos de la decisión de emigrar es la rentabilidad
potencial del capital humano del migrante en un nuevo mercado de
trabajo, a lo que se le contraponen, como costos, su ingreso actual y
otras “pérdidas” de la emigración. Esto es lo que vendría a explicar la
observación incontrovertible de que, a falta de impedimentos mayores y
teniendo los recursos para migrar, los flujos migratorios tiendan a ir
de países de menores salarios a aquellos de mayores salarios.
Contrapuesto a este punto de vista explícitamente individualista ha surgido el así llamado paradigma de la nueva economía de la migración.
En esta perspectiva se desplaza el foco de atención de la decisión
individual a la del grupo humano que forma el entorno original del
migrante (su familia nuclear o extendida, sus vecinos, su pueblo, etc.).
Al mismo tiempo se pone el acento no sobre la maximización del
beneficio sino sobre la minimización de los riesgos, que se logra al
desplazar miembros (habitualmente jóvenes) de un grupo a diversos nichos
económicos. Se trata, en resumen, de una decisión de migrar que atañe a
un individuo pero que ha sido tomada y financiada colectivamente como
parte de una estrategia de supervivencia de todo un grupo humano, lo que
implica que el migrante lleva consigo y debe responder a una serie de
compromisos y lealtades con su grupo de origen. Su conducta debe por
ello ser grupal y no individualista, especialmente en cuanto al uso de
los beneficios económicos de migración (obligación de enviar remesas) y a
los compromisos de largo plazo, como por ejemplo la elección de esposa o
esposo o el compromiso de ayudar a nuevos migrantes del mismo grupo de
origen. Se forman así tanto cadenas migratorias como fuertes
solidaridades transnacionales que condicionan vitalmente la vida del
inmigrante.
A pesar de sus evidentes diferencias cabe destacar una similitud
básica entre el enfoque micro de la economía ortodoxa y el de la nueva
economía de la migración: ambos parten de la existencia de un cálculo
racional como fundamento del hecho migratorio. En un caso realizado por
un individuo que busca su máximo provecho y en el otro por un grupo que
también lo busca.
Frente a estos enfoques “racionalistas” existe el “misterio de los pioneros”,
aquellos individuos o pequeños grupos que abren un nuevo horizonte
migratorio y a los que luego seguirán muchos otros por motivos muy
distintos y, habitualmente, más explicables que los de los pioneros.
Estos “aventureros migratorios” son difíciles de encuadrar en una teoría
más general, siendo muchas veces los diferentes e incluso los
disidentes de una comunidad o sociedad determinada, que la dejan
impulsados por una búsqueda incierta de una vida diferente o, a veces,
por el simple rechazo social ante sus conductas inconformistas o
“socialmente desviadas”. De esta manera partieron, por ejemplo, los
primeros disidentes religiosos de Europa hacia Norteamérica. Otras
causas igualmente difíciles de encasillar en teorías generales son las
del amor, que llevan a una persona a seguir a otra iniciando una
migración que tal vez otros sigan por razones muy distintas explicando
así, al menor en parte, la extraña geografía de muchos flujos
migratorios cuya concentración en ciertos lugares de origen o de llegada
parecen ser puramente aleatorios.
Enfoques migratorios a nivel medio
Las perspectivas macro y micro fueron severamente criticadas durante
los últimos decenios del siglo pasado ya que olvidaban que entre los
factores generales y los más particulares existen una serie de
estructuras que hacen posible la migración, abaratando sus costos y, de
hecho, canalizándola hacia ciertas zonas, nichos laborales y localidades
concretas. Surgió así el análisis de las redes migratorias que parte de la creación de un “capital social migratorio” que se va acrecentando en la medida en que se fortalece la migración.
Este capital social incluye desde recursos materiales para posibilitar
la partida y la inserción en la nueva sociedad hasta contactos e
información de decisiva importancia para el éxito del proyecto
migratorio. Se trata de una perspectiva en que el esfuerzo y los
elevados costos de los pioneros van formando un capital que hace más
accesible la migración para otros, habitualmente con menos recursos o
circunstancias menos favorables o afortunadas que las de los pioneros
exitosos. Al mismo tiempo, los pioneros se tienden a convertir en
líderes del nuevo grupo inmigrante, teniendo en sus manos las claves de
la inserción en la sociedad de acogida y buscando sacar ventajas de las
mismas. Se forman así cadenas de migrantes que, en sus expresiones más
notables, llevan a la formación de los así llamados “enclaves étnicos”
de gran vitalidad económica pero que muchas veces generan fuertes
relaciones de explotación dentro del grupo respectivo.
Clásicos ejemplos de ello se dieron, y se dan todavía, en Estados
Unidos, explicando desde la vitalidad empresarial de parte significativa
de la comunidad judía establecida allí durante el siglo XIX hasta los
“chinatowns” o el pujante enclave cubano de Miami. Estos enclaves han
mostrado que, a pesar de sus rasgos de abuso intraétnico, en el largo
plazo han sido trampolines del progreso de prácticamente toda la
comunidad étnica involucrada, tal como lo muestran los notables
progresos económicos de los descendientes de los inmigrantes judíos y
chinos que hoy cuentan con niveles de ingreso y educación muy superiores
a la media de la población estadounidense de origen anglosajón.
El estudio de las redes migratorias incluye también aquellas que
decididamente actúan fuera y en contra de la ley, habitualmente
calificadas como mafias donde el así llamado “traffiking” con fines de
explotación sexual es una fuente de ingentes ganancias para algunos y de
gran sufrimiento para muchos.
También se debe incluir en este enfoque meso el estudio de lo que
podríamos llamar la “industria de la migración”, que va desde las
empresas de viajes de “bajo costo” especializadas en el transporte de
migrantes a empresas que dan créditos para posibilitar la migración o
aquellas que posibilitan las comunicaciones o el envío de remesas. Todos
estos son elementos esenciales de proyectos migratorios que sin ellos
serían extremadamente difíciles y costosos.
Las migraciones internacionales en la actualidad
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2009 del PNUD existirían unos mil millones de migrantes en la actualidad. De ellos,
la abrumadora mayoría serían migrantes internos y solo menos de una
cuarta parte se habría desplazado fuera de las fronteras de su
respectivo país.
Número de inmigrantes en el mundo entre 1960 y 2010
Así lo dice el informe mencionado: “Incluso con una definición
conservadora de la migración interna que computa el movimiento sólo a
través de las demarcaciones zonales más grandes de un país, el número de
personas que se desplaza internamente en nuestra muestra es seis veces
mayor que quienes emigran a otro país. Si usamos los patrones regionales
que encontramos en estos datos, calculamos que hay alrededor de 740
millones de migrantes internos en el mundo, casi cuatro veces la cifra
de quienes se desplazan internacionalmente. En comparación, la cifra
contemporánea de migrantes internacionales (214 millones o 3,1% de la
población mundial) parece pequeña.”
El mismo informe muestra que el flujo mayoritario de desplazamientos
internacionales se dirigiría hacia países con niveles semejantes de
desarrollo. Un flujo considerable, pero minoritario, está sin embargo
formado por aquellas personas que se desplazan desde países pobres o
menos desarrollados a países ricos o más desarrollados. Esta migración
acostumbra a denominarse migración Sur-Norte (países pobres-países
ricos). El PNUD nos da la siguiente estimación de estos flujos: “si
limitamos nuestra atención a los movimientos internacionales, el grueso
de ellos no se produce entre países con niveles de desarrollo muy
diferentes. Sólo el 37% de la migración mundial es desde países en desarrollo a países desarrollados.
La mayoría del desplazamiento tiene lugar entre países de la misma
categoría de desarrollo: alrededor del 60% de los migrantes se traslada o
bien entre países en desarrollo o entre países desarrollados (el
restante 3% se mueve desde países desarrollados a países en desarrollo.”
En términos de género, la composición de las migraciones
internacionales se ha mantenido muy estable durante los últimos dos
decenios, mostrando una leve mayoría masculina lo que viene a
contradecir la idea tan común de una “feminización de las migraciones”.
De hecho, según las estimaciones de Naciones Unidas
el porcentaje de mujeres en el total de migrantes internacionales
decrece levemente entre 1990 y 2010 (de 49,1 a 49%). Este decrecimiento
se observa tanto en los países más desarrollados (de 52 a 51,5%) como en
aquellos menos desarrollados (de 45,9 a 45,3%). Sin embargo, esto no
obsta para constatar grandes diferencias en términos de género entre los
emigrantes de diversas regiones del mundo. Las migraciones de América
Central y del Sur hacia Europa están, por ejemplo, fuertemente
feminizadas, mientras que las de México a Estados Unidos o las
provenientes de África o, en general, del mundo musulmán, están
claramente masculinizadas.
Fuente Naciones Unidas. Gráfico:elaboración propia
Las estimaciones de las Naciones Unidas muestran además que si bien
los flujos migratorios internacionales han aumentado de manera
considerable en términos absolutos (de un total acumulado de 75 millones
en 1960 a 214 en 2010) su participación porcentual en el total de la
población mundial prácticamente no se ha alterado (2,5% en 1960, 2,9% en
1990 y 3,1% en 2010). Esta constatación sorprende teniendo en cuenta la
creciente globalización y el aumento considerable de otros flujos
internacionales (turismo, mercancías, servicios, capital, información
etc.). Comparando con la ola migratoria de fines del siglo XIX vemos que
los flujos actuales son en realidad bastante limitados (3,1% comparado
con el 8,5% de la población mundial que se alcanzo antes de la Primera
Guerra Mundial) a pesar de las mejoras en los sistemas de transportes y
el abaratamiento considerable del uso de los mismos. Además, las
disparidades que alientan las migraciones muestran hoy por hoy niveles
extraordinariamente altos, lo que eleva considerablemente los beneficios
que puede reportar el desplazarse de un país pobre a un país rico. El
informe del PNUD da al respecto los siguientes ejemplos: “Los migrantes
de los países con bajo IDH
son quienes más pueden ganar y, en efecto, en promedio vieron
multiplicarse sus ingresos por 15 (a US$15.000 por año), duplicaron sus
tasas de matrícula en educación (de 47% a 95%) y redujeron la mortalidad
infantil en 16 veces (de 112 muertes por cada 1.000 nacidos vivos a
siete).”
Estos datos muy someros indican la existencia de grandes incentivos a
la migración, en particular aquella que hemos denominado Sur-Norte. Se
trata no solo de potenciales ganancias económicas y de bienestar
material sino de todas aquellas relacionadas con vivir en sociedades con
sistemas políticos democráticos y un amplio respeto a las libertades y
los derechos humanos. Sin fuertes trabas de carácter político-policial
deberíamos, por lo tanto, estar frente a flujos migratorios
internacionales considerablemente mayores que los que en realidad se
observan. Estas barreras dificultan y encarecen notablemente las
migraciones Sur-Norte, haciéndolas en la práctica accesibles solo a
aquellos sectores sociales capaces de financiar sus altos costos. Esto
se relaciona con otro elemento que limita las migraciones Sur-Norte
actuales. Se trata de lo que en teoría migratoria se conoce como la
“trampa de la pobreza”, es decir, niveles de pobreza tales que impiden
que aquellos que más tendrían que ganar desplazándose hacia un país
desarrollado no puedan intentarlo dada su incapacidad de financiar los
costos de la emigración. En este sentido y contradiciendo lo que
habitualmente se cree, un mayor desarrollo en las áreas más pobres del
planeta incrementaría notablemente la capacidad migratoria de los
habitantes de las mismas y por ello la presión migratoria hacia el
Norte.
Mirando ahora la distribución por país de acogida se constata que
Estados Unidos sigue siendo, como ya es tradicional, el principal país
receptor de inmigrantes con cerca de 43 millones de inmigrantes legales
en 2010 (a lo que hay que sumarle una cifra estimada en cerca de 10
millones de inmigrantes irregulares). A bastante distancia le siguen
Rusia (12,3 millones), Alemania (10,8 millones), Arabia Saudí (7,3
millones), Canadá (7,2 millones), Francia (6,7 millones), Reino Unido
(6,5 millones) y España (6,4 millones). En todos estos casos hay que
sumar un porcentaje que va de un 5 a un 15% de inmigrantes irregulares.
En porcentaje de su población, la región que más ha recibido inmigrantes
es Oceanía (16,8%), seguido por América del Norte (14,2%) y Europa
(9,5%). A mucha distancia se ubican África (1,9%), Asia (1,3%) y América
Latina (1,3%).
Dentro del total de migrantes internacionales también se considera a
los refugiados, que en 2010 sumaban según Naciones Unidas 16,3 millones
de personas, lo que representa un aumento respecto de la cifra de 2005
pero, a su vez, un claro descenso respecto de 1990, cuando se
contabilizaron 18,5 millones de refugiados. En porcentaje de la
población mundial esto implica un descenso desde 0,35% en 1990 a 0,24%
en 2010.
A largo plazo, las disparidades del desarrollo demográfico de las
diversas regiones del planeta serán de gran importancia para entender
las presiones migratorias. A este respecto se observan ya hoy grandes
disparidades, las que se verán significativamente aumentadas en las
décadas venideras. Esto es particularmente notable e importante en lo
que se refiera a la población en edad activa, elemento vital para el
sustento de los niveles y sistemas de bienestar de los diversos países.
Según las proyecciones del International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA) Europa y el Asia Oriental experimentarán caídas poblacionales en las
próximas décadas y, a su vez, una redistribución de la población en
detrimento del segmento en edad de trabajar. Por su parte, Asia del Sur y
sobre todo el África Subsahariana experimentarán fuertes incrementos
demográficos. Para poner un ejemplo, de acuerdo a las cifras de Naciones
Unidas la población europea de 15 a 59 años experimentará entre 2010 y
2050 un descenso de casi 100 millones de personas (cerca de una cuarta
parte), al mismo tiempo la población de África Subsahariana en ese
segmento de edad aumentará en unos 600 millones de individuos.
Estas extraordinarias disparidades, sumadas a las grandes
disparidades económicas, sociales y políticas que caracterizan el mundo
de hoy, serán los vectores futuros de la migración internacional.
Simultáneamente, el progreso económico y social de una porción creciente
de la población de los países en desarrollo ha ido aumentando
significativamente la cantidad de personas con recursos suficientes para
financiar la migración hacia el Norte. Baste solo recordar que según
las cifras del Banco Mundial,
entre 1981 y 2005 aumentó el número de personas en el mundo en
desarrollo que disponen de un ingreso de más de 2,5 dólares por día de
930 a 3.500 millones de individuos.
Todo indica que este desarrollo continuará, potenciando con gran fuerza
la capacidad migratoria de un mayor número de personas del mundo en
desarrollo.